- El que esa mujer que ella tiene de referencia se mantenga en su papel de mujer adulta… o no.
- Que cuando crezca ponga en marcha su inteligencia y rectifique patrones, que le llevarán a ser ella también, un referente para su hija, sobrina o ahijada.
El Blog de María A. Sánchez
Madre: una ‘Marca Personal’ que crea tendencia.
Desde aquí mi felicitación a ti, madre, hayas parido o no.
Apoyándome en mi experiencia con clientes y alumnas, me permito hacerte una recomendación: elije con quién hablas, lo que dices y sobre todo, entrena tus silencios. Las amigas nos escuchan y apoyan, los hombres apenas comprenden la mitad de lo que hablamos y el resto… con el resto respira, sonríe y observa. Para eso es necesario practicar el silencio. Mi gran descubrimiento de este mágico año 2015: los silencios verbales y visuales.
Este artículo pretende enarbolar la bandera de la marca ‘madre’, y abrir una ventana desde la que mirar de lejos esa figura tan importante, en la que se mira la mujer joven, en busca de una referencia.
Ahora es posible. La madre, tía, madrina actual, se maneja en el mundo profesional, con las redes sociales y es económicamente independiente. Para mí, el icono de la verdadera revolución del siglo XX.
Para comenzar: existe una verdad a gritos sobre la que se habla menos de lo que sería conveniente y que considero necesario sacar a la luz. Una gran verdad que, como canta Serrat: no es triste, es que no tiene remedio.
Parece ser que mientras que el hijo / sobrino / ahijado suele tomar como modelo a la figura masculina más relevante de su entorno, la hija / sobrina / ahijada hace otro tanto con la figura femenina, más cercana, en su entorno, que admira. Solo que existe una ‘pequeña’ diferencia: la ‘niña’ va y vuelve.
Me explico: según las teorías que me parecen más fiables, la niña que tiene la suerte de nacer en un país de los llamados desarrollados, hacia los 3 años, muestra una instintiva habilidad para ‘derretir’, con palabras y gestos (faciales y corporales), a cuanto hombre tiene cerca (sobre todo a su padre). La madre, o la figura femenina más próxima, la observa y en su interior se desata una emoción a la que sigue, como bien dice Goleman, en su gran libro ‘inteligencia emocional’, una acción o actitud. De ella dependerán las bases de lo que será la relación entre ambas mujeres: siempre tempestuosa, en ocasiones dramática.
Esa niña, como el niño, adora a su madre, o a la mujer que cuide de ella. Solo que el niño sigue amando y ‘cuidando’ durante toda su vida, de cuanta mujer tiene cerca, de modo natural; mientras que la niña se mueve del amor a la rivalidad. Lo que le lleva a un ‘zarandeo’ bastante difícil de llevar: del bienestar a la culpabilidad. De este proceso, nuestra niña sale emocionalmente, más o menos ilesa, dependiendo de dos cosas: